MI VOZ ESCRITA, Por Jorge Herrera
La nueva trastada del inefable monseñor Agripino Núñez, no le deja a la imaginación la más remota posibilidad de calificarla. Para salir del paso podría decirse que es grotesca en grado superlativo, y además sospechosa.
Así, porque desde cualquier punto de vista es inexcusable la intención que subyace en la rápida selección de la empresa FTI Consulting, dizque por ser la más barata. Habría que saber por qué al prelado católico le preocupan tanto los costes de una licitación si lo que importa es la trasparencia.
Pero parece ser que ese no era el objetivo. Lo ideal hubiese sido buscar una compañía sin vinculación previa con la firma Odebrecht, como planteó el señor Iván Ogando, director de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), quien también dijo que “hay que preservar la forma”.
Monseñor Núñez, es posible que haya perdido o esté perdiendo facultades, y es natural; pero no hasta el punto de confundir la gimnasia con la magnesia, como dice la gente. Todavía no. Pero si así fuera, tampoco son razonables sus supuestos dislates.
El tiene una estructura mediática que jamás permitiría que meta la pata tan hondo. ¡Póngale el cuño! En definitiva es un asunto de intereses en juego que nadie en su sano juicio se aventuraría a decir dónde comienza ni dónde termina.
Si la revista Forbes, especializada en el mundo de los negocios y las finanzas, se ocupa de establecer a quienes pertenecen las grades fortunas que tienen los políticos dominicanos, con la excepción de los titulares del Comité Político y los muchos miembros del Comité Central peledeístas, en tanto son obvias, la de Agripino, si es que la descubren (él no la ha declarado ni la va a declarar) sería de las primeras en la lista.
El monseñor a quien con mucho gusto y responsabilidad le he dedicado estos párrafos para evidenciar su perversidad piensa erradamente que la memoria histórica sólo registra lo que sus alabarderos han querido destacar; pero para simulaciones y farsa hace tiempo que el carnaval pasó…